¿De qué color es la cebra?

martes, febrero 14, 2006

El olor de la luna

“Parece que alguien hubiese disparado una carabina aquí adentro”,
dijo Gene Cernan, del Apolo 17, al quitarse el casco dentro del módulo de descenso Challenger. Era el 11 de diciembre de 1972, la última vez que el hombre caminó por superficie selenita. Ya han pasado más de tres décadas, y todos los astronautas, recuerdan, y añoran, el misterioso “olor” de la Luna.

Curiosidad olfativa: A decir verdad, los 12 hombres que se pasearon por suelo lunar, no sintieron olor alguno mientras estaban a la intemperie. No podían sentirlo: por empezar, nuestro satélite no tiene “aire”, ni nada que pueda transportar aromas. Y encima, llevaban trajes y cascos, que los aislaban completamente de ese medio ambiente hostil (temperaturas de más de 100ºC, total falta de oxígeno, y bombardeo de radiación solar ultravioleta ).
Pero todo cambiaba cuando los astronautas volvían de sus caminatas al habitáculo de descenso. En esa “atmósfera artificial” sí podían sentirse olores. Especialmente uno: el del polvo lunar, una arenilla grisácea, suave y escurridiza que, por más sacudidas y cepilladas que se dieran, siempre se les impregnada por todas partes.

Olor (y sabor) a polvora: Olía a pólvora quemada”, cuenta Cernan. Pero hubo un astronauta que dio un paso más allá, y se animó a saborearlo. Según Charlie Duke, no sólo tenía olor a pólvora (quemada), sino también “gusto a pólvora”.
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Un aromatico misterio: tal vez, el polvo lunar se “quemó” al entrar en contacto con el oxígeno del interior de los módulos (no hay que olvidar que el oxígeno es altamente reactivo, y pudo haberse combinado gracias a enlaces químicos sueltos presentes en aquella rara sustancia). “Sería una oxidación demasiado lenta como para provocar llamas o humo –explica Lofgren–, pero aun así la reacción podría producir un aroma más o menos parecido al de la pólvora quemada.”
Pero aquí no se termina el aromático misterio. Para complicar aún más las cosas, otro datito: las muestras guardadas en laboratorios terrestres no tienen olor. ¿Acaso los astronautas se lo imaginaron todo?
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Mírela, imagínela, huélala
Con sus claros y sombras, el misterio todavía perdura. Schmitt, está ansioso por resolver el pleito: “Hay que ir, y estudiar ese extraño polvo in situ”. Pero él, y todos, tendremos que esperar, porque, al parecer, la NASA planea volver a la Luna recién en 2018.
Falta mucho, es cierto. De todos modos, mañana mismo podemos intentar algo: al caer la noche, salga y mire hacia el Noreste. Allí estará ella, bajita sobre el horizonte. Blanca, enorme y bien redonda. Llena. Mírela fijo un rato. Luego, cierre los ojos y viaje hasta ella con la imaginación. Y sin abrirlos, piense en la “pólvora quemada” de los valientes muchachos de la era Apolo, y respire muy profundo. Quién le dice, en una de esas, usted también sentirá el olor de la Luna.

Foto: Imagen coloreada de la luna tomada por la sonda Galileo en 1992.
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<$BlogItemserayaronCount$> ¿Cómo la ven?:

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