¿De qué color es la cebra?

lunes, marzo 06, 2006

Dimensiones del querer

Patologías de los amores. Cuatro modalidades del amor con sus respectivos “correlatos dolorosos”:
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Amor-poema (hay quien ama la ausencia). Cuando el otro es una abstracción, cuando es el mero soporte de un discurso que hinca los dientes sobre sus propias letras, se trata, entonces, de amar su ausencia. Será un hombre lejano, preso, atado por sus nupcias; se tratará de una mujer esquiva, huidiza, aquella que encontramos en tantos relatos y canciones, especialmente en la poesía del amor cortés. Se tratará de las huellas del amor, más que del espesor de los cuerpos de los amantes.
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Amor-proyecto (hay quien busca que el amor cristalice en un “proyecto”). Esta dimensión del amor deambula desde la amistad hasta el contrato, desde el matrimonio hasta la simple cita “para conocerse”, desde el negociado hasta el acuerdo publicitario, desde la batalla narcisista por quién atraviesa primero un pasillo hasta la delicadeza cruel de las formas diplomáticas con que debe desenvolverse la guerra más ensordecedora. Halla en el “hablarse” unos a los otros, operación simbólica por excelencia, su fundamento y sustento posibles. ¿Qué busca esencialmente un proyecto? Anhela los ideales comunes, los señuelos compartidos…Pero sus fantasmas “patológicos” son archiconocidos. En fin, las necesidades de la lógica del Todo trazando las patologías del amor-comunión, empujando hacia aquellos objetivos que todos deben compartir, pese a la furia y el escándalo de cualquier otro deseo.
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Amor al cuerpo (hay quien –“entre temor y truenos”– ama al cuerpo).
No se juegan tanto los temas del contorno o la silueta corporal, sino las temáticas de la piel y el tacto, del peso, el espesor, de la masa y del volumen. También, el valor de lo térmico, el “calor” trasmisible que estos cuerpos producen.Desde el punto de vista religioso recordaremos: la temática de la fiesta, en todas sus vertientes histórico-seculares; las prácticas de la rama tántrica del budismo, el tao del sexo y del amor, con su diferenciación tajante entre erección, orgasmo y eyaculación; la religiosidad ínsita en la obra del Marqués de Sade, en la de Bataille o los últimos desarrollos de Michel Foucault, siempre buscando respuestas al interrogante último del goce de los cuerpos amados, más allá de las vicisitudes del dolor y la piedad que el narcisismo, en su ámbito protector, renueva y solicita. Un más allá de la homeostasis, buscado entre temor y truenos.
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El amor al don (hay quien accede al don de amor). Se trata del tema del padre y del don de su amor: la fórmula que lo define es la que dice que se trata de dar lo que no se tiene a quien no lo es. El narcisismo es una dimensión en la que, por el contrario, “se da lo que se tiene al que (sí) lo es”. El padre corta en acto con la presunción narcisista e instaura la falta. La frase “sólo el amor permite al goce condescender al deseo” es esencial para entender la operatoria del padre, como vacío fundante, sostiene incluso las leyes de toda trasmisión y permite entender todas sus falencias e imposibilidades. Y todos los dolores del hijo en las herencias fallidas de cada paternidad.Pero si la falta se abre para el sujeto al compás del padre, hay un último paso que dar: en el horizonte un dios de rostro femenino se asoma y, como una estrella, se eleva renovado, libre y feliz, pues ha asumido su propia falta-en-ser. Estamos llegando al límite extático de un amor al infinito. ¿Spinoziano o nietzscheano? ¿Intelectual y divino o embriagado y sensual? ¿Cuál será el género del dolor que en su agonía alimenta todas las creaciones? Estas son preguntas aún no contestadas.

<$BlogItemserayaronCount$> ¿Cómo la ven?:

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